En Saint-Jean-de-Luz, el aire huele a mar y a piedratemplada por el sol.
El sonido de las olas, marca el ritmo de los días, las contraventanas golpean suavemente, y las calles del centro despiertan al paso de los primeros paseantes.
Pero mucho antes de eso, una silueta cruza la ciudad.
Cada mañana, a la misma hora, ella corre…